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Localizaciones[]
Morrowind[]
- Ahinipalit.
- Corprusario, Tel Fyr.
- Torre Telvanni, Vivec.
Oblivion[]
- Centro de comercio místico, Barrio del mercado de la Ciudad Imperial.
- Gremio de Magos de Cheydinhal, Cheydinhal.
- La estela de la serpiente, Anvil.
Skyrim[]
Online[]
- Hogar de Ranedor, Zarza Rota.
- Timón Despojado, Cima Rasgada.
Contenido[]
Nchylbar disfrutó de una emocionante juventud, pero con los años se convirtió en un sabio anciano dwemeri que pasó los últimos momentos de su vida buscando la verdad y desechando las supersticiones. Fue creador de muchos inventos y autor de muchos teoremas y estructuras lógicas que llevaron su nombre. Pero muchas cosas en este mundo seguían desconcertándolo, sobre todo la naturaleza de los aedra y los daedra. Durante sus investigaciones, llegó a la conclusión de que muchos de los dioses eran obra de los humanos y los mer.
Sin embargo, nada fascinaba más a Nchylbar que los límites del poder divino. ¿Eran los seres superiores los dueños del mundo entero? ¿Tuvieron la fuerza de labrarse su propio destino? Cuando Nchylbar se encontraba a las puertas de la muerte, sintió que debía entender de una vez por todas esta verdad fundamental.
Entre sus conocidos se encontraba un sacerdote chimeri llamado Athynic. Cuando el sacerdote visitó Bthalag-Zturamz, Nchylbar le informó de su interés por descubrir la verdadera naturaleza del poder divino. Athynic quedó aterrorizado y le rogó que no ahondase en la idea, pero Nchylbar estaba decidido. Finalmente, el sacerdote accedió a colaborar por la amistad que los unía, a pesar de que temía sufrir las consecuencias de tal blasfemia.
Athynic invocó a Azura. Después de los rituales habituales en los que el sacerdote declaró su fe en sus poderes y Azura accedió a no hacerle daño, Nchylbar y una docena de estudiantes entraron en la sala de invocación con una caja de gran tamaño.
«En nuestra tierra, Azura, se te considera la diosa del alba y el ocaso, con todos los misterios que ello conlleva», dijo Nchylbar, intentando parecer lo más halagador posible. «Se dice que tu sabiduría es absoluta».
«Así es», sonrió la daedra.
«Sabrás, por ejemplo, lo que contiene esta caja», dijo Nchylbar.
Azura se volvió hacia Athynic, frunciendo el ceño. El sacerdote se explicó con rapidez: «Diosa, este dwemer es un hombre muy sabio y respetado. Créeme cuando digo que su intención no es burlarse de ti, sino demostrar tu grandeza a estos científicos y al resto de su escéptica raza. Le he intentado explicar tu poder, pero su filosofía dicta que lo debe ver con sus propios ojos».
«Me podrías haber pedido algo más impresionante que demostrar mi poder a la raza dwemeri», gruñó Azura, girándose para mirar a Nchylbar a los ojos. «La caja contiene una flor de pétalos rojos».
Nchylbar no sonrió ni frunció el ceño. Se limitó a abrir la caja y mostrar a todos que estaba vacía.
Cuando los estudiantes se giraron para mirar a Azura, se había esfumado. Solo Athynic había sido testigo de la expresión de la diosa antes de irse y no podía articular palabra debido al temblor que recorría todo su cuerpo. Había lanzado una maldición, lo sabía con certeza, pero lo peor era la demostración de poder divino que se acababa de producir. Nchylbar también estaba pálido y desconcertado, pero su rostro no reflejaba temor, sino felicidad: era la sonrisa de un dwemer que acababa de encontrar la prueba de algo que antes solo sospechaba.
Dos de sus estudiantes lo ayudaron a mantenerse en pie y otros dos ayudaron al sacerdote a abandonar la sala.
«He estudiado mucho estos años, he realizado un sinfín de experimentos, he aprendido un millar de idiomas y, aun así, la única verdad que me ha servido de algo es aquella que aprendí cuando era un muchacho pobre que luchaba por ganar lo suficiente para llevarse algo a la boca», murmuró el sabio.
Mientras lo acompañaban a su habitación, un pétalo rojo cayó de la manga de su voluminosa túnica. Nchylbar murió aquella noche con una expresión en el rostro que reflejaba la paz que conlleva la satisfacción del saber.
Nota del editor:
Esta es otra fábula cuyo origen es inequívocamente dwemer. Se observa que la traducción de algunas palabras aldmer son algo diferentes, pero la esencia de la historia es la misma. Los dunmer tienen una historia parecida sobre Nchylbar, pero en la versión dunmer Azura se percata del truco y se niega a responder a la pregunta. Aniquila a los dwemer presentes por su escepticismo y maldice a los dunmer por su blasfemia.
En las versiones aldmer, la caja presentada a Azura no está vacía, sino que contiene una esfera que de algún modo se transforma en un cuadrado plano. Por supuesto, las versiones aldmer, algo más cercanas a las dwemer originales, son mucho más difíciles de entender. Quizás esta explicación al estilo «magia teatral» la añadió Gor Felim, que utilizaba tales trucos en sus actuaciones cuando no podía disponer de un mago.
«Marobar Sul» dejó al personaje de Nchylbar solo, pero representó muchas más virtudes dwemer. Su escepticismo, lejos de ser tan absoluto como en las versiones aldmer, se elogia incluso cuando conlleva una maldición sobre los dwemer y la no nombrada casa del sacerdote pobre.
Sea cual sea la verdadera naturaleza de los dioses, y lo equivocados o seguros que estén los dwemer sobre ella, esta fábula explica por qué los enanos se desvanecieron de la faz del reino de Tamriel. A pesar de que ni Nchylbar ni sus semejantes pretendían burlarse de los aedra o los daedra, su escepticismo ofendió a las órdenes divinas.
Apariciones[]
- The Elder Scrolls III: Morrowind (primera aparición).
- The Elder Scrolls IV: Oblivion.
- The Elder Scrolls V: Skyrim.
- The Elder Scrolls Online (como Pergaminos ancestrales de los dwemer 11).