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Skyrim[]
- En El arcaneum.
Contenido[]
En el primer volumen contamos cómo Barenziah, heredera al trono de El Duelo perdió tal condición al rebelarse su padre contra su excelencia Tiber Septim I, lo que trajo la desgracia a Morrowind. Gracias en buena medida a la benevolencia del emperador, Barenziah no corrió la trágica suerte de sus padres, sino que se crió con el conde Sven de Llanura Oscura, leal valido del Imperio. Hermosa y devota, la niña creció confiada con los cuidados de su tutor. Dicha confianza, sin embargo, fue motivo de los engaños y maquinaciones de un pérfido mozo de cuadra de la hacienda del conde Sven que convenció a Barenziah para que huyese con él de Llanura Oscura a los dieciséis años. Tras numerosas peripecias por el camino, se asentaron en Riften, ciudad skyrimiana cercana a la frontera con Morrowind.
Por su parte, el mozo Straw no era tan pérfido: amaba a Barenziah, aunque de forma egoísta, y pensaba que la única manera de hacerla suya era embaucándola. Ella, claro está, solo sentía amistad hacia él, pero Straw atesoraba la esperanza de que Barenziah cambiara de parecer con el tiempo. Quería comprar una pequeña granja y asentarse allí con ella para llevar una vida matrimonial tranquila, pero por aquella época lo que ganaba apenas les daba para comer y encontrar un cobijo decente.
Poco después de llegar a Riften, Straw dio con Therris, un audaz ladrón khajiita de mal corazón que les propuso saquear la morada del comandante imperial en el centro de la ciudad. Therris dijo contar con un cliente traidor al Imperio dispuesto a remunerar cuantiosamente cualquier información que pudieran obtener allí. Barenziah los oyó hablar sin querer y quedó espantada. Huyó de sus aposentos y recorrió desesperada las calles de Riften, con el corazón dividido entre la lealtad al Imperio y el amor a sus amigos.
Finalmente, primó la lealtad al Imperio sobre la amistad y se personó en la casa del comandante sin ocultar su identidad para avisar del plan que maquinaban sus amigos. El comandante escuchó sus cuitas, alabó su valor y la reconfortó diciéndole que no le pasaría nada. Se trataba del general Symmaco, que acababa de volver a Riften tras rastrear los campos en busca de Barenziah. La tomó bajo su tutela y le dijo que no la iba a vender, sino que nada más cumplir los dieciocho ascendería al trono de El Duelo. Hasta tal día, tendría que vivir con la familia Septim en la nueva Ciudad Imperial, donde aprendería el arte de gobernar y sería presentada a la corte imperial.
En la Ciudad Imperial, Barenziah trabó amistad con el emperador Tiber Septim durante los años intermedios de su reinado. Los descendientes de Tiber, especialmente el mayor, Pelagio, le cogieron un cariño propio de hermanos. Los romances de la época nos hablan de su belleza, castidad, ingenio y sabiduría. Al cumplir los dieciocho años, toda la Ciudad Imperial se echó a la calle para despedirla en procesión antes de que volviese a su tierra natal. Por triste que fuera la ocasión, todos sabían que estaba lista para la gloria que le aguardaba como soberana del reino de El Duelo.