Elder Scrolls
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Daggerfall[]

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Contenido[]

En el primer tomo de esta crónica narramos brevemente la vida de los ocho primeros emperadores de la dinastía Septim empezando por Tiber I. El segundo relataba la historia de la Guerra del Diamante Rojo y de los seis emperadores que siguieron. Finalmente, las tribulaciones de los siguientes tres emperadores (el frustrado Uriel IV, el incompetente Céforo II y el heroico Uriel V) fueron objeto de estudio en el tercer tomo.

Cuando murió Uriel V en el territorio enemigo de Akavir, su sucesor Uriel VI tenía cinco años. De hecho, nació poco antes de que su padre se encaminara a su último destino. La única descendencia de Uriel V, por unión morganática, eran las gemelas Morihatha y Eloisa, que nacieron al mes de su partida. Uriel VI fue coronado el año 290 de la Tercera Era. La consorte imperial Thonica y madre del heredero recibió poderes limitados en calidad de regente hasta que Uriel VI cumpliera la mayoría de edad. El consejo de ancianos era quien mandaba en realidad, tal y como venían haciendo desde los tiempos de Katariah I.

Tan plena era la libertad de actuación del consejo para promulgar leyes (y generar ingresos), que Uriel VI no obtuvo plenos poderes para reinar hasta el 307, cuando ya tenía veintidós años. Con el tiempo había ido adquiriendo potestades, pero tanto el consejo como su madre, que aunque con cortapisas ostentaba el cargo de regente, se resistieron a ceder las riendas. Para cuando ascendió al trono, los engranajes del gobierno eran tales que pocas funciones le quedaban, si exceptuamos la del veto imperial.

No obstante, recurrió a dicha potestad con regularidad y rotundidad. En el año 313, Uriel VI ya podía presumir de gobernar realmente Tamriel. Recurrió a redes de espionaje y a cuerpos de guardia ya en desuso para forzar a los testarudos ancianos del consejo. Su hermanastra Morihatha era (y no es de extrañar) su más estrecha aliada, especialmente tras sus desposorios con el barón Ulfe Gersen de Hibernalia, que le reportaron considerables riquezas e influencia. Como ya dijera el sabio Ugaridge, "Uriel V conquistó Esroniet, pero Uriel VI conquistó al consejo de ancianos".

Uriel VI se cayó de un caballo y no pudieron reanimarlo ni los mejores médicos de la corte, así que su querida hermana Morihatha recibió la tiara imperial. A los veinticinco años de edad, los diplomáticos decían de ella (con ánimo de adular) que se trataba del ser más hermoso de toda Tamriel: bien formada, vivaz, atlética y con experiencia política. Fue quien trajo al maestro supremo de Skyrim a la Ciudad Imperial y nombró al segundo mago guerrero imperial desde los tiempos de Tiber Septim.

Morihatha culminó la tarea iniciada por su hermano e hizo de la Provincia Imperial una entidad administrativa bajo el mando de la emperadora (y, posteriormente, del emperador). No obstante, en los confines de esa provincia, el Imperio se había ido disgregando paulatinamente. Desde el reinado de su abuelo Céforo II, no hubo quien pusiera coto a las abundantes revoluciones y guerras civiles. Administrando sabiamente sus ataques, Morihatha fue recuperando la lealtad de sus rebeldes vasallos, y eso sin implicarse excesivamente.

A pesar del éxito indudable de las campañas militares de Morihatha, lo meditado de sus decisiones solía desencantar al consejo. Se cree que uno de los consejeros, un argoniano que adoptó el nombre coloviano de Thoricles Romo, encargó a unos asesinos a sueldo que la matasen allá por el año 339 de la Tercera Era. Al parecer, lo hizo en un arrebato de ira por la negativa de enviar tropas a su Ciénaga Negra, aquejada por los conflictos. Romo fue juzgado y ejecutado sumariamente, aunque insistió en su inocencia hasta el último momento.

Morihatha no dejó descendientes, y Eloisa murió de unas fiebres cuatro años antes. El hijo de Eloisa, de veinticinco años de edad, fue coronado con el nombre de Pelagio IV. Este emperador continuó la labor de su tía, recuperando bajo su égida los reinos, ducados y baronías más radicales y empecinados del Imperio. Si bien se guio con el mismo aplomo y la misma cautela que su tía, no logró cosechar el mismo éxito. Tanto tiempo obraron los reinos a su libre albedrío que la autoridad imperial no dejaba de resultarles irritante por benigna que fuera. No obstante, al abandonarnos Pelagio tras veintinueve prósperos años de estabilidad, Tamriel se hallaba más cerca de la unidad que en ningún otro momento desde los tiempos de Uriel I.

Nuestro actual emperador, Su excelencia y Terrible Majestad Uriel Septim VII, hijo de Pelagio IV, tiene la diligencia de su tía-abuela Morihatha, la destreza en el arte de la política de su tío-abuelo Uriel VI y la habilidad en el campo de batalla de su tío abuelo segundo Uriel V. Durante veintiún años reinó y trajo la justicia y el orden a Tamriel. En el año de 389 de la Tercera Era, no obstante, su mago guerrero imperial, Jagar Tharn, lo traicionó.

Uriel VII fue encarcelado en una dimensión creada por Tharn y este se hizo pasar por el monarca adoptando su apariencia. Durante los siguientes diez años, Tharn abusó de los privilegios propios del emperador, pero cesó las reconquistas de Uriel VII. Aún no sabemos bien qué logros y pretensiones albergaba Tharn durante los diez años que se hizo pasar por su señor. En el año 399 de la Tercera Era, un enigmático adalid derrotó al mago guerrero en las mazmorras del palacio imperial y liberó a Uriel VII de su cautiverio en aquella dimensión.

Desde su liberación, Uriel Septim VII ha reiniciado diligentemente la pugna que habría de reunificar Tamriel. Si bien es cierto que por culpa de Tharn se echó a perder la recuperación inicial, también es verdad que los años transcurridos desde entonces han demostrado que aún quedan esperanzas de que Tamriel vea el renacer de la Edad de Oro del reinado de Tiber Septim.

Apariciones[]

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