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E lettern tiempos anteriores a Tiber Septim, en Tamriel imperaba el caos. El poeta Tracizis dio en llamar a este periodo de inestabilidad "los días y las noches de sangre y fieras". Los reyes no eran sino un manojo de tiranos avariciosos, dispuestos a evitar por las armas que Tiber pusiera orden. Pero su capacidad de organización era tan escasa como laxa era su moral, por lo que la mano firme de Septim impuso en Tamriel la paz por la fuerza. Corría el año 896 de la Segunda Era. Al año siguiente, el emperador declaró el inicio de una nueva era, que sería la Tercera y que partiría del año 0.

Durante treinta y ocho años, el emperador reinó sin cortapisas. Fue una era marcada por la ley, la piedad y la gloria, en la que todos se beneficiaron de la justicia, desde el siervo hasta el monarca. El día que murió Tiber, comenzó a llover y no paró hasta dos semanas después; parecía como si llorase la tierra de Tamriel.

Accedió entonces al trono el nieto del emperador, Pelagio. Aunque su reinado fuese breve, fue tan fuerte y decidido como su padre, y Tamriel podría haber disfrutado de una segunda Edad de Oro. Por desgracia, un desconocido enemigo de la casa de los Septim pagó a la maldita camarilla de degolladores conocida como la "Hermandad Oscura" para que acabase con la vida del emperador Pelagio I cuando rezaba de rodillas en el templo del Único de la Ciudad Imperial. Su reino no llegó ni a los tres años.

Pelagio no dejó herederos, por lo que la corona imperial pasó a la hija de Agnorith, el hermano de Tiber. Kintyra, que era reina de Silvenar, ascendió al trono con el nombre de Kintyra I. Su reino estuvo bendecido por la prosperidad y las buenas cosechas, y no cesó de promover las artes, la música y la danza.

El hijo de Kintyra fue coronado tras su muerte y fue el primer emperador de Tamriel que recurrió al nombre imperial de Uriel. Uriel I fue el gran legislador de la dinastía Septim y promovió la creación de entidades independientes y gremios. Bajo su mano firme pero generosa, los gremios de guerreros y magos ganaron prominencia a lo largo y ancho de Tamriel. Su hijo y sucesor, Uriel II, reinó dieciocho años, desde la muerte de Uriel I allá por el año 64 de la Tercera Era hasta la subida al trono de Pelagio II en el 82 de la Tercera Era. Por desgracia, el reinado de Uriel II estuvo marcado por las plagas, las epidemias y los motines. El buen carácter heredado de su padre no benefició demasiado a Tamriel y en esta época se hizo poca justicia.

De su progenitor no solo recibió el trono, sino las deudas surgidas de la mala gestión de las arcas y de la justicia. Pelagio destituyó al consejo de ancianos en su totalidad y únicamente les permitió reincorporarse a sus cargos si abonaban unas cuantiosas sumas. También animó a los monarcas vasallos a hacer lo mismo y, en el ocaso de su reinado, la prosperidad volvió a extenderse por Tamriel. No obstante, hay críticos que dicen saber de consejeros bien sabios, pero poco adinerados, que fueron destituidos sumariamente por Pelagio. Aquí pudieron radicar los problemas a los que tuvo que enfrentarse su hijo Antíoco cuando ascendió al trono imperial.

Antíoco fue, con certeza, uno de los descendientes más extravagantes de la normalmente austera casta de los Septim. Tenía casi tantas amantes como esposas y era conocido por la riqueza de sus atuendos y su buen humor. Por desgracia, su reino estuvo marcado por la guerra civil, conflicto aún peor que el que le tocó ver a su abuelo Uriel II. La Guerra de la Isla, que estalló en el 110 de la Tercera Era, doce años después del ascenso al trono de Antíoco, estuvo a punto de costarle a Tamriel la isla de Estivalia. La alianza de los reyes de Estivalia y Antíoco logró derrotar al rey Orghum del reino isleño de Pyandonea gracias a una tormenta sobrenatural. Cuenta la leyenda que la Orden Psijic de la isla de Arteum desató la tormenta por arte de magia.

La historia de Kintyra II, hija de Antíoco y heredera de su trono, es sin duda uno de los relatos más tristes del Imperio. Su primo hermano Uriel, hijo de la reina Potema de Soledad, acusó a Kintyra de ser hija ilegítima. Para justificarlo, alegó a la infame decadencia de la Ciudad Imperial en los tiempos del reinado de su padre. Dicha acusación no logró impedir su coronación, por lo que Uriel recurrió a los descontentos monarcas de Roca Alta, Skyrim y Morrowind, y dirigió tres ataques contra el Imperio Septim con la ayuda de la reina Potema.

El primero de los ataques tuvo lugar en la región de la bahía de Iliac, que separa a Roca Alta de Páramo del Martillo. Todo el entorno de Kintyra fue ejecutado y la emperatriz fue capturada. Durante dos años, Kintyra II se marchitó en una cárcel imperial, al parecer en La Cañada o Glenmor, antes de morir asesinada en misteriosas circunstancias. El segundo ataque tuvo por objetivo las guarniciones imperiales de las islas de la costa de Morrowind. El consorte de la emperatriz, Kontin Arynx, cayó en la defensa de estas fortificaciones. El tercer y último ataque fue el del sitio de la mismísima Ciudad Imperial, justo después de que el consejo de ancianos decidiera dividir al ejército para atacar el oeste de Roca Alta y el este de Morrowind. El gobierno, debilitado, no pudo hacer frente al decidido ataque de Uriel y capituló a las dos semanas de resistencia. Uriel se proclamó emperador de Tamriel esa misma noche con el nombre de Uriel III. Corría el año 121 de la Tercera Era. De esta forma comenzó la Guerra del Diamante Rojo, que describimos en la segunda parte de esta crónica.
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