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Contenido[]
En la primera parte contamos el breve relato de la sucesión de los ocho primeros emperadores de la dinastía Septim, desde Tiber I a Kintyra II. La segunda parte narraba la Guerra del Diamante Rojo y dimos cuenta de los seis emperadores que siguieron, desde Uriel III a Cassynder I. Ese volumen concluía con el ascenso de Uriel IV, hermanastro del emperador, al trono imperial de Tamriel.
Recordemos que Uriel IV no era Septim de nacimiento. Aunque su madre reinó con el título de emperatriz durante muchos años, era una elfa oscura casada con un auténtico Septim, Pelagio III. El padre de Uriel era en realidad el consorte de Katariah I tras la muerte de Pelagio, noble bretón de nombre Gallivere Lariat. Antes de llegar al trono del Imperio, Cassynder I gobernó en el reino de Quietud, pero su frágil salud lo obligó a abdicar. Cassynder no tuvo descendencia, por lo que adoptó legalmente a su hermanastro y abdicó. A la muerte de su madre, Cassynder heredó el Imperio siete años más tarde. Tres años después, Uriel volvió a heredarlo de la mano de Cassynder.
El reinado de Uriel IV fue largo y estuvo plagado de dificultades. A pesar de haber sido adoptado legalmente por los Septim y de la posición social de los Lariat (parientes lejanos de estos), pocos ancianos del consejo lo aceptaron como descendiente directo de Tiber. El consejo asumió un gran número de responsabilidades durante el largo reinado de Katariah I y el breve mandato de Cassynder I. Por muy fuerte que fuera la voluntad de Uriel IV, les resultaba ajeno, por lo que al monarca le fue imposible hacerse con su fidelidad inquebrantable. A menudo, consejo y emperador estaban en desacuerdo, y era el consejo quien solía alzarse con la victoria. Desde los tiempos de Pelagio II, el consejo de ancianos se había compuesto de los hombres y mujeres más adinerados del Imperio, y su poder era decisivo.
La última victoria del consejo sobre Uriel IV se produjo a título póstumo. Andorak, hijo de Uriel IV, fue desheredado por decisión del consejo, que proclamó emperador a un primo más cercano a la línea sucesoria directa de los Septim. Se trataba de Céforo II, y corría el año 247 de la Tercera Era. Durante los primeros nueve años del reinado de Céforo II, los leales a Andorak se alzaron contra las tropas imperiales. En lo que el sabio Eraintine dio en llamar "el día que el corazón de Tiber Septim dejó de latir", el consejo concedió a Andorak el trono de Timón Despojado en Roca Alta al final de la guerra y desde entonces los descendientes de Andorak gobiernan aquel lugar.
Pero Céforo II tenía enemigos que requerían un mayor esfuerzo que Andorak. En palabras de Eraintine, el Usurpador Camorano, vino "de una pesadilla cimeria" y devastó Bosque Valen con su ejército de daedra y guerreros inmortales, conquistando reino tras reino. Pocos resistieron sus feroces ataques y los sangrientos meses que siguieron aquel año 249 de la Tercera Era terminaron por hacer desistir a los que quedaban. Céforo II envió cada vez más mercenarios a Páramo del Martillo para detener la marcha del Usurpador hacia el norte, pero o bien eran sobornados o bien los pasaban a cuchillo para engrosar su ejército de inmortales.
La historia del Usurpador Camorano se merece su propio libro (recomendamos al lector que consulte "La caída del Usurpador" de Palaux Illthre para conocer más detalles). En resumen, diremos que la destrucción de las fuerzas del Usurpador tuvo poco que ver con los esfuerzos del emperador. El resultado fue una victoria que tuvo repercusiones en toda la zona y aumentó la hostilidad para con el Imperio, al parecer ineficaz.
Uriel V, hijo y sucesor de Céforo II, dirigió la atención sobre el poder latente que yacía en el seno del Imperio. Para desviar la atención de las pugnas internas, Uriel V embarcó a Tamriel en distintas invasiones al poco de acceder al trono en el año 268 de la Tercera Era. Uriel V conquistó Roscrea en el año 271, Cathnoquey en el 276, Yneslea en el 279 y Esroniet en el 284. En el año 288 de la Tercera Era, se embarcó en la que sería su empresa más ambiciosa: la invasión del reino continental de Akavir, que se saldó con un fracaso. Dos años después, Uriel V moriría en Akavir en la batalla de Ionith. No obstante, la reputación de Uriel V es solamente comparable con la de Tiber por ser uno de los dos grandes emperadores guerreros de Tamriel.
La cuarta y última parte de esta crónica narra los avatares de los cuatro últimos emperadores, empezando por el hijo de Uriel V.