Elder Scrolls

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En el pasado, mi pueblo vivía en Nirn. Nuestra gran civilización se levantó desde los cálidos pantanos de la Ciénaga Negra y nuestro querido árbol del hist fue conectado a los otros árboles hist del mundo. Pero se avecinaba un tiempo de cambio. La civilización argoniana como la conocíamos estaba llegando a su fin. Nuestro árbol del hist nos lo dijo.

Y nuestro hist desesperó. No quería ver caer a la gran civilización. No quería ver a sus hijos reducidos a un estado más primitivo. Nuestro árbol del hist buscó una solución que mantendría intacta nuestra civilización. Entonces, dicen nuestras leyendas, fue cuando Molag Bal apareció con una oferta que no pudimos rechazar.

La oferta del Señor de la Brutalidad era simple. Él crearía un lugar en su reino de Puerto Gélido para nuestro árbol del hist y sus hijos, un lugar donde podríamos continuar nuestros valores y tradiciones como siempre habíamos hecho. No tendríamos que temer los cambios que iban a atravesar el resto de los asentamientos argonianos. Y todo lo que el príncipe daédrico pidió, todo lo que quería a cambio, era un poco de la savia de nuestro hist.

Nuestro amado árbol del hist decidió que podía dar un poco de savia a cambio de la salud y felicidad continua de sus hijos. Aceptó la oferta de Molag Bal y la ciudad de Haj Uxith (junto con su gente y su historia) entró en Oblivion y se detuvo en las oscuras y sombrías costas de Puerto Gélido.

¿Nuestro hist tomó la decisión correcta? Eso deben decidirlo los líderes de los eruditos y los guerreros. ¿Para mí y la mayoría de los ciudadanos de Haj Uxith? Preferiríamos tener la civilización que conocemos frente a la suerte desconocida que estábamos destinados a soportar antes de que partiéramos a las desoladas islas de Puerto Gélido.

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