Elder Scrolls
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Artículo principal: Libros (Online)

Artículo principal: Cantares del regreso

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Nuestro gran señor Ysgramor, el heraldo de todos nosotros, se sentó frente a la hoguera de un campamento. Las tripulaciones del Jorrvaskr, del Fuego del Calvero y del Kaal Kaaz le ofrecieron comida, bebida y chanzas, pues los miembros de los Quinientos Compañeros se hallaban en tierra firme. Se contaron historias, se ganaron y se perdieron corazones, y en todo momento, el olor a carne asada flotaba en el aire. El más grande de todos nosotros convocó a los guerreros a su lado y les contó el relato de la forja de Wuuthrad.

Todos los mer que mató el heraldo murieron bajo el filo de Wuuthrad. A lo largo de la extensa campaña, la única arma que encajaba en la mano del heraldo fue la poderosa Wuuthrad. El hacha más legendaria se forjó en la noche más oscura, aseguró.

Fue la Noche de Lágrimas. Ysgramor, sentado, miraba fijamente al otro lado de las aguas. Había huido de Tamriel a bordo del último barco de su flota rumbo a las orillas de Atmora. Desde allí vio arder Saarthal, la primera ciudad. Sobre las llamas y el mar, cayó la lluvia de un cielo hinchado. Y el más grande de todos nosotros derramó lágrimas amargas.

Tan grande fue la aflicción del heraldo que, en lugar de lamento salado, Ysgramor derramó lágrimas del más puro ébano. Su primogénito, Yngol, recogió las lágrimas en una jarra y dio a su padre un cálido abrazo. Vertió aguamiel en la gran garganta del heraldo, envolvió con pieles sus grandes hombros y lo subió a una hamaca bajo cubierta.

Después, se puso a trabajar, pues Yngol, el primogénito del heraldo de todos nosotros, era el mejor herrero que nuestra gente jamás haya conocido. Allí, en el mar, Yngol empezó a trabajar con sus herramientas. Usó relámpagos para calentar las lágrimas de la noche, las olas del mar para enfriarlas y sus martillazos retumbaban al son del viento creciente.

Cuando Ysgramor se levantó a la mañana siguiente, Yngol le entregó una poderosa hacha, labrada a partir del lamento que le oprimió la noche anterior. Y el heraldo de todos nosotros abrazó a su hijo. Lloró de alegría, tristeza y rabia. Y allí, en la cubierta del último barco de Saarthal, Ysgramor bautizó a su hacha como Wuuthrad, que significa «lágrimas de la tormenta» en el idioma de Atmora.

Y entonces, Ysgramor interrumpió su relato. El heraldo de todos nosotros llamó a su Yngol perdido, quien había estado con la tripulación del Harakk en la Tormenta de Separación. Pues su hijo, su primogénito y mayor felicidad, siempre le acompañaba. Él, quien había unido las lágrimas de tormenta, dijo el heraldo, cabalgó siempre a su lado en los días de los nobles y honrados Quinientos.

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