Elder Scrolls
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E letterl primer relato del Krilot Lok
[Cuando llegó el momento de] levantar el campamento, no todos emprendieron camino hacia el sur, a través del ondulado paisaje. Algunos volvieron su vista rápidamente a sus barcos, pues sus corazones estaban tan unidos a las olas como sin duda lo estaban por sus camaradas [como compañeros aliados].

Una de estas tripulaciones era la del Krilot Lok, compuesta por gentes vigorosas y altas de los confines [orientales] de Atmora. Su piel rojiza era del color del amanecer y se solía contar que fue la propia mañana la que aprendió [sus gloriosos colores] de los primeros rostros que fueron a verla al alba. La gran Kyne impulsó a sus almas y al viento, enviándolos hacia el oeste, con las nuevas tierras de Tamriel tentándoles al sur.

Con el paso de los días, estos perpetuos errantes vieron cosas temibles y terribles. Reinos que no reconocían, poblados por hombres con la piel chamuscada, como la carne quemada. Los elfos [aún más taimados que los traidores del norte] mancillaron sus horizontes, hasta que aprendieron las vías seguras. Grandes desiertos como jamás habían visto en su hogar, poblados por bestias que hablaban como hombres, y con el [¿salvajismo?] de los elfos. Muchos compañeros notables y loados encontraron su muerte en las lanzas de las serpientes con patas de las ciénagas meridionales.

Entre los valerosos tripulantes del Krilot Lok, se contaban Roeth y Breff el Anciano, los hermanos de escudo (que solían intercambiarse las lanzas), y [sus] mujeres en la batalla, Britte y Greyf (la niña rubia), hermanas de escudo de pleno derecho, capaces de llevar [¿el rostro del terror?] por todos los mares helados. Juntos, los cuatro contemplaron el abismo de árboles que formaba el hediondo hogar de los hombres serpiente. Al ser habitantes de Atmora que no temían costa alguna de Tamriel, se aventuraron en busca de gloria en las tierras más peligrosas de cuantas habían descubierto.

Avanzaron, arrasando los pantanos y abriendo un sendero entre ellos y su barco, para no perder jamás de vista la costa. El distante día que Roeth cayese y Britte lanzase su famoso grito de guerra para vaciar todas las ciénagas, este sendero volvería a llenarse de traicioneros hombres serpiente. Así comenzó la [¿incendiaria?] marcha de estos, nuestros grandes capitanes.
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