Elder Scrolls
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Artículo principal: Libros (Online)

Artículo principal: Crónicas de los Cinco Compañeros

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Soy Abnur Tharn.

Al final, recoger al guardia rojo en las Salas del Tormento resultó ser una tarea bastante sencilla. Me resulta curioso que a Sai Sahan le afectaran tanto sus experiencias con otros miembros de los Compañeros. La tolerancia (y el afecto) que sentía por esa trol gigantesca me resultan desagradables; pero, sin duda, la fuerza de voluntad que mostró durante su encarcelamiento fue legendaria.

Ahora que sabemos dónde descansa el Amuleto de reyes, tal vez Sahan debería devolverlo. Está mejor instruido de lo que pensaba, aunque tal vez sea excesivamente poético. Un hombre inteligente y patriótico, de linaje imperial, habría pensado de inmediato en la antigua ciudadela de Sancre Tor y su asociación con Alessia y el convenio de los Divinos. Tal vez sea una gran bendición que el elfo Mannimarco no profese tanto amor por la historia cyrodílica.

Sai Sahan es un tipo curioso. En mi opinión, los Guardias Rojos no son tan despreciables como la mayoría de los señores nibeneses y, de todos los Compañeros supervivientes, me parece el más agradable. Comprende el deber y la dedicación, sirve a aquellos que sabe superiores y perfecciona su oficio con una entrega singular. Pese a su incapacidad para restaurar una tradición perdida (tal vez sea lo mejor, debido a su supuesta implicación en la destrucción de la patria de los Guardias Rojos), posee una asombrosa destreza con la espada.

Durante la guerra contra los emperadores Longhouse, Sai Sahan cabalgó al frente de una columna de soldados mercenarios enviados por Varen para ayudar en la liberación de Leyawiin. Resulta que Leovico, vástago del Tagh Droiloch y, en aquel entonces, emperador de la Ciudad Imperial, utilizaba a aquellos mercenarios como agentes dobles, de modo que, cuando Sai Sahan llegó a las puertas de Leyawiin con sus «leales» tropas, estas se volvieron en su contra, deseosas de entregar al emperador Leovico la cabeza cortada del legendario comandante de la Guardia del Dragón de Varen.

Los relatos que cuentan los lugareños no suelen ser fiables. Sin embargo, si dejamos a un lado la exageración propia de los campesinos, queda claro que Sai Sahan logró abrirse paso entre las dos fuerzas que pretendían separar su cráneo del cuello. Cuando regresó a la base de Bruma, semanas después, lo hizo con el cuero cabelludo de ochenta y seis hombres y la noticia de que Leyawiin había sido liberada.

La verdad es que nunca me habló de ello, a pesar de mi insistencia. Por su parte, Varen no quiso indagar en lo ocurrido y utilizó su carisma y la imaginación hiperactiva de las tropas levadas para hilar una historia de combate gloriosa. Un hombre contra dos ejércitos: ¡Sai Sahan, el hombre que liberó Leyawiin de las garras de Leovico!

Sospecho que la verdad fue mucho más brutal y sangrienta. Solo alguien que lleve mucho tiempo reprimiendo su ira y su sed de sangre sería capaz de arrancar el cuero cabelludo de ochenta y seis cráneos. ¡Nadie puede enfrentarse a seiscientos hombres a la vez! Por eso, lo más probable es que el guardia rojo librara enfrentamientos continuos y brutales por toda la ciudad durante días, asesinando a comandantes y guardias, hasta que los cuencanos y sus mercenarios abandonaron el asentamiento.

Y esto es, justamente, lo que hace que Sai Sahan sea tan peligroso. No parece el tipo de hombre capaz de permanecer escondido en callejones oscuros, comiendo basura y descuartizando, de uno en uno, a unos tipos tan salvajes que solo podía asustarlos convirtiéndose en un fantasma asesino e invisible que acechaba en las sombras de una ciudad ocupada. Sin embargo, eso es exactamente lo que es y lo que hizo.

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