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De Tarvyn Aram

A pesar de la fuerza de su maldición, el demonio Malak había olvidado que enfrentarse a Boethiah equivalía a enfrentarse a la Puerta Triangular.

Así que llegó Mephala, que abrazó a Boethiah y la sujetó por detrás. Y después llegó Azura, brillante como ocho cometas, que descendió sobre la tierra con furia y alzó su bastón sobre la boca de Boethiah.

El símbolo de la puerta calcinó la hierba y el suelo, dejando alrededor de la trinidad un sello chamuscado que reverberaba la música del alba. Azura gritó uno de sus hechizos, aunque los seguidores presentes que escucharon con atención solo oyeron una hermosa canción: ¡UR DRA AMATHRA! ¡FU ROZ ISA MAL AKHA!

Tras estas palabras, que fueron una maldición para algunos y una bendición para otros, Boethiah vomitó una vez más. Esta vez, logró expulsar a Malak de su interior y arrojarlo junto a las piedras.

Cuando se levantó, cubierto de sangre y bilis, no se mostró como el despreciable Malak, sino como algo más parecido al Trinimac que sus seguidores habían amado. Vestía una armadura nueva, empuñaba un hacha roja y reluciente, y su yelmo mostraba el rostro con colmillos de los despreciados y los oprimidos. Gruñó a través de ese yelmo: «Has olvidado qué significa estar en el exilio».

Entonces, Malacath gritó unas palabras que nunca se habían pronunciado. El cielo se abrió con una lluvia atronadora y en el cielo aulló un vendaval. Bajo sus pies, la tierra se escindió y de aquellas fosas surgieron el fuego y la muerte.

No se sabe con certeza qué ocurrió después, pero esto es lo que cuentan las sabias de Resdaynia Septentrional. El campo triangular del caos divino permaneció el tiempo suficiente para que Mephala tomase a un tercio de los seguidores presentes y los arrastrara hacia el sudeste, pues ella no temía al hist.

Y Azura tomó a un tercio de los seguidores y los llevó hacia donde pertenecían: el este herido por las estrellas.

Y Boethiah, arrancándose el último sentimiento de culpa bajo el sol, transportó a todos los que quedaban a Oblivion. La tierra que habían ocupado acabaría a la deriva en el mar, pero se había asegurado de que no fuera destruida y de que tuviera historias que contar en los tiempos venideros.

Malacath, Boethiah y el resto de los seguidores se encontraban en un dominio agonizante de humo y ceniza. La peor parte de la maldición fatal de Malacath había recaído en este lugar, siguiendo los designios de Boethiah.

Malacath se echó a reír: «Tu paraíso idílico. Un regalo por tu servicio al rey. ¡Has dejado que lo destruya!».

«No lo necesito», respondió Boethiah. «Tengo muchas esferas e innumerables casas».

«Nunca dejaré de perseguirte», gruñó Malacath. Levantó el hacha y cargó. Boethiah se limitó a esperar, con la mano apoyada en la empuñadura de la espada.

Con un corte preciso, el cuerpo de Malacath quedó hendido en los yermos cenicientos de aquel dominio muerto, de manera que sus huesos formaron unos nuevos cimientos. Su sangre se mezcló con la ceniza y pronto el reino fue suyo.

Boethiah permaneció un tiempo con los seguidores que habían sobrevivido y, tanto por sus enseñanzas como por las reverberaciones de este dominio, sus pieles empezaron a cambiar. El espíritu de Malacath reapareció finalmente, pero permaneció en silencio, escuchando las enseñanzas.

Boethiah se dirigió al espíritu: «Impones tu voluntad con maldiciones que tanto tú como tus seguidores sabéis que no son ciertas, y por eso nunca estás satisfecho. Para alcanzar la gloria a través de la lucha y el dolor, tienes que aprender la senda de la palabra y la espada, y ponerte a prueba hasta que obtengas las inclinaciones adecuadas de los héroes. Debes llegar a comprender qué es la Voluntad contra el Dominio. Solo entonces podrás conocer algo del amor».

Y Boethiah formó un poderoso signo con sus manos, uno que nunca volvería a hacer, y Malacath y todos sus seguidores se apretaron en una forma esférica como la pelota que empuja el escarabajo. Después, lanzó esta esfera desde el foso de cenizas hasta las montañas de Nirn.

Allí emergieron el dios Mauloch y los grandes orcos, que a partir de entonces, forjarían su fuerza a través de la adversidad. Boethiah arrinconó a Mauloch para poner a prueba a su pueblo y Mauloch guio a su pueblo para esquivar los numerosos ataques que les lanzaba Boethiah. Juntos, ambos adversarios fortalecieron a sus respectivos pueblos y, así, los guiaron hacia el éxodo.

Apariciones[]

  • The Elder Scrolls Online: Gold Road (primera aparición).
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