Artículo principal: Libros (Oblivion)
Sumario[]
Diario cap. Dugal, P.3 es un libro que aparece en el plug-in oficial de The Elder Scrolls IV: Oblivion, Guarida de Ladrones. Se trata de una obra autobiográfica dividida en cuatro partes sobre el infame pirata Torradan ap Dugal.
Localización[]
En el camarote del capitán del Bandera Negra, en la cala de Dunbarrow.
Contenido[]
No me queda mucho tiempo. Sí, teníamos mucha comida aquí abajo, y duró varios años, pero todo este tiempo de oscuridad y humedad hizo que algo malo y desagradable empezara a crecer en mi interior. Qué manera tan horrible de morir: en lugar de ser víctima del alfanje enemigo, me devora una maldita enfermedad. Ningún marino debería morir así. Al menos, todavía puedo escuchar el agua.
Pero bueno, estaba contando la historia de cómo me tocó a mí, ¿no?
Maldigo el día en que el Usurpador Cameron murió y la guerra acabó, pues fue el día en que el comodoro Fasil Umbranox empezó a prestarle atención al Sable Rojo. Un par de meses después de la guerra, ese gordo hijo de perra vino a Anvil y amarró en mi ciudad, con el objetivo de desmantelar el Sable Rojo. El emperador le dio todo lo que pidió para lanzar su campaña contra nosotros, a pesar de que las arcas estaban vacías tras la guerra en Roca Alta.
Cuando Umbranox no consiguió lo que necesitaba de mis hombres en Anvil, zarpó para recorrer todo el mar Abeceano en busca del Bandera Negra. Este mar está plagado de cientos de islas, y dejó una tripulación en cada una de ellas. Conforme iba encontrando a mis hombres, se los llevaba; colgó a los que no estaban dispuestos a entregarse, y encarceló a los que depusieron las armas.
No importaba los barcos y hombres que perdiera, siempre volvía con más. Era imposible adelantarse a él o lanzar un contraataque. Tardó cuatro años y perdió muchísimos barcos, pero, al final, esa rata apestosa logró encontrarme.
La verdad es que fue culpa mía. Si no hubiera cometido el error que cometí, habría muerto antes de que pudiera encontrarme. Pero un hombre tiene que aceptar sus propios errores, por mucho que le cueste. Además, no creo que logre engañarte, pues seguramente mientras lees esto estarás contemplando mi esqueleto.
Umbranox había mandado a sus fuerzas principales a perseguir una pista que yo le había colocado. Navegué rumbo a Anvil, esperando pillarle desprevenido, capturar los barcos que había dejado atrás, y enfrentarme a él con sus propios barcos en la bahía de Anvil. ¡Ajá! ¿Te puedes imaginar la cara que se le habría quedado a ese cerdo de haber funcionado el plan? Pensé que por fin conseguiría enfrentarme a ese gran hijo de perra en una batalla real. Debería haberme imaginado que tendría hombres esperándome.
La pelea fue infernal, pero quedamos atrapados en la bahía. Los hombres de la Armada incendiaron la ciudad para evitar que huyéramos por tierra. Estoy seguro de que los ciudadanos de bien de Cyrodiil no lamentaron las llamas sobre una ciudad de ladrones.
Las fuerzas principales de perros imperiales nos retuvieron hasta que llegó el buque insignia de Umbranox. Umbranox luchó contra mí hasta acabar con el último barco y, al final, la bahía estaba llena de barcos hundidos y en llamas. Si no hubiera estado luchando por salvar la vida, hasta me habría parecido bonito. Cuando amaneció, los únicos barcos a flote eran el Bandera Negra y las cuatro tablas de la bañera de Umbranox. Así que hice lo que habría hecho cualquier pirata con un poco de sentido común: intenté escapar.
Debes comprender que, a mi manera, soy un auténtico bastardo. Soy pirata, asesino, ladrón y, por supuesto, nunca he creído en una pelea justa. Pero existe una línea y un acuerdo tácito entre los hombres de mar, y Umbranox llevó las cosas demasiado lejos. Llevaba magos a bordo. Nunca he permitido la presencia de magos en mis barcos. No son buenos, traen mal agüero, no me fío de ellos. Y resultó que tenía razón.
Corté por el lado sur de la bahía, a lo largo del enorme acantilado que solía haber ahí. Le dije a mi timonel que se quedara lo más cerca posible del maldito acantilado. Oía a los magos desde la cubierta del barco de Umbranox, gritando tonterías al viento. Cayeron unas cuantas rocas sobre mi cubierta, después unas cuantas más, y después todo el acantilado se desplomó sobre mí.
No, no te preocupes, de ésta salí con vida. El acantilado se desmoronó alrededor del barco, formando esta maldita caverna. Mejor habría sido si se nos hubiera caído encima, pero no. Encerró, bajo toneladas de roca, al Bandera Negra, a su tripulación y a mí.
Estábamos perdidos.
Ver también[]
Apariciones[]
- The Elder Scrolls IV: Oblivion (Guarida de Ladrones)