Elder Scrolls

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as criaturas sin ojos nos atacaron mientras dormíamos. No sé qué les ocurrió a los hermanos khajiitas, nunca llegamos a verlos en la celda. Conseguí forzar la cerradura y atravesamos la puerta, pero nos separamos. Sila gritó que no podíamos irnos sin encontrar lo que habíamos venido a buscar, y Umana se fue a por él.

Yag y yo intentamos llegar a lo alto del hueco de la cueva, pero una de las rampas estaba destruida. Sin vacilar, me agarró por el cuello de mi túnica, me lanzó por encima del saliente y me gritó que corriera.

Y lo hice. Y no miré atrás. Y corrí como un cobarde.

Oí cómo luchaba contra ellos y solo podía pensar en salir de allí. Ni siquiera sentí la flecha en mi hombro hasta que me oculté aquí.



sas criaturas de metal siguen por ahí y tengo demasiado miedo como para moverme. Ocho Divinos, amparadme.
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