Elder Scrolls
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D letteriez años de vergüenza. Diez años de encierro. Diez años de exilio.

Los niños me arrojaban piedras y las mujeres me escupían mientras los hombres me arrastraban a la prisión de Carrera Blanca. Me calificaron de peligro para su penosa existencia, y emplearon palabras como "loco" y "demente". ¿Podría un loco huir de su prisión sin ser advertido? ¿Podría un lunático poner en marcha un laboratorio delante de sus narices? ¿Podría un psicópata crear un poderosísimo ejército a partir de skeever comunes?

Mi época como aprendiz de alquimista en Hibernalia no fue mucho mejor. Esos fanfarrones egocéntricos no eran rival para mi habilidad, y allí donde ellos fracasaban, yo sobresalía. ¿Pero valoraban mi genialidad? ¿Apreciaban mi contribución? No. Mis instructores me golpearon y me tacharon de irresponsable y el archimago me echó a la calle como a un vulgar mendigo.

Mientras mi enemigo se acomodaba y se debilitaba, mientras olvidaba Hamelyn y todo su esplendor, yo construía un ejército. Puse en práctica todo mi conocimiento para planear su desaparición. Gracias a la involuntaria ayuda de Sabjorn, mi legión es más fuerte cada día que pasa. Es irónico que los mismos ingredientes empleados para crear su perversa bebida sirvan para alimentar a mis vástagos.

Ah, pero pagarán. Su total desconocimiento de la aniquilación que se cierne sobre ellos me fascina. Arrasaré Carrera Blanca y veré cómo Hibernalia cae pasto de las llamas. Y cuando experimenten la furia que caerá sobre ellos, cuando mi progenie devore la carne de sus huesos, vendrán arrastrándose a suplicarme clemencia. Pero no habrá piedad, ni cuartel ni compasión. Reiré y bailaré sobre sus cadáveres. Ha llegado la hora de la venganza.

Diez años de dolor. Diez años de sufrimiento. Diez años de muerte.
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