Elder Scrolls
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¡Emperador Varen! ¡Qué brevemente resplandeciste en nuestro cielo, como un fragmento de metal celeste que iluminó nuestro camino a través de la oscuridad!

¡Noble Varen! ¡Devoto Varen! ¡Varen Aguilario! Tú, hijo de un duque coloviano, modelo de destreza física y zorro astuto del ingenio estratégico, intentaste devolverle a nuestro Imperio la gloria de los Días de los Reman. Nos mostraste el camino. ¡Ojalá nosotros, tus súbditos, hubiéramos sido dignos del desafío que nos presentaste!

Cuando Leovico se sentó en el Trono de Rubí, apremiaste a los colovianos a ser leales a su emperador, a pesar de sus excentricidades. Y solo cuando Leovico, engañado por consejeros perversos, declaró que el Imperio legalizaba y protegía el culto al príncipe daédrico, decidiste gritar «¡Basta!» y empuñar tu justa espada.

¡Y los colovianos se alzaron contigo! Tras una derrota inicial a manos de las tropas del emperador en el fuerte Ceniza, asumiste el mando de la legión de Chorrol y enviaste a Leovico de vuelta a las Tierras Centrales. Corrió la voz de que Cyrodiil tenía un salvador y de que por fin había llegado el verdadero heredero de Reman. Los Estados Colovianos se alzaron como uno bajo tu estandarte del dragón y marchasteis hacia el este.

La guerra que siguió fue amarga y terrible, y estuvo repleta de victorias sorprendentes, tácticas desesperadas y reveses en ambos bandos. La fuerza de las legiones imperiales, reforzada por los auxiliares cuencanos y la magia daédrica, era prácticamente imposible de superar. ¡Pero tú, Varen, tenías el poder de la justicia de tu parte! Te abriste paso hasta el palacio imperial y derrocaste a Leovico en la sala del trono.

Por desgracia, emperador Varen, luciste el Amuleto de reyes durante un tiempo demasiado breve. Dicen que tu ambición por devolverle la grandeza a tu pueblo te llevó a sondear secretos de los Divinos que más vale no tocar. ¿Por qué nos abandonaste, oh, Varen, aquella noche de tormenta en la que la tierra temblaba, y adónde fuiste? Seguramente estás muerto, pues si vivieras no habrías dejado a tu pueblo tan desamparado.

Te recordamos, emperador Varen, y de algún modo, nos esforzamos por seguir adelante, intentando estar a la altura de tu brillante ejemplo. Pero sabemos que nunca volveremos a ver a nadie como tú.

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