Elder Scrolls
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Fancy M

ara, madre diosa! ¡Manténnos fuertes y sanos!

Soy Alessia Ottus y me complace presentar esta breve aunque completa introducción a Bravil.


Bravil no es más que la tapadera de una sucia alcantarilla donde se reúnen todos los despojos de la sociedad. Esta ciudad, la más pobre e inmunda de todo Cyrodiil, acoge tan sólo a viejos, mugrientos, borrachos, delincuentes y consumidores de skooma. Tan sólo tiene cierta aceptación entre hombres bestia y extranjeros. Sólo le falta un aquelarre de adoradores de los daedra para convertirse en el mayor centro de perversión del reino... De hecho, corren rumores de que algunos pérfidos paganos se dedican a practicar, en secreto, los cultos más depravados y malignos.

Se trata de una ciudad gris, lúgubre y deprimente como pocas. Su clima es muy húmedo y el ambiente está enrarecido debido a los efluvios de los fétidos canales del río Larsius, donde van a parar las cloacas de Bravil, y los hediondos pantanos que rodean a las tierras bajas de la bahía de Niben, caldo de cultivo de todo tipo de insectos y enfermedades.

La arquitectura de la ciudad destaca por su desorganización y fealdad. Las casas, las tiendas y los gremios están construidos con maderos astillados, llenos de grietas y podridos por el moho. Es una pena que no se desplomen. Así, por lo menos podrían reconstruirse guardando alguna proporción en lugar de seguir amontonándose unos encima de otros con aspecto de estercolero. Pedigüeños y ladrones se pasan el tiempo holgazaneando en los balcones que dan a la calle, a donde arrojan desechos y desperdicios directamente sobre los viandantes. Familias enteras viven en míseras chabolas construidas en las azoteas de otros edificios.

A grandes rasgos, los habitantes sólo pueden describirse como cochinos y truhanes. Viven en casuchas cochambrosas llenas de mugre apenas mejores que las madrigueras inmundas de los trasgos. La población podría dividirse en dos clases: una compuesta por contrabandistas, adictos a skooma, bandidos, ladrones y asesinos, y otra por los mendigos e incautos de los que se aprovechan dichos malhechores.

Las bandas criminales se han adueñado de Bravil. Incluso la guardia de la ciudad está comprada por los traficantes de skooma. No es raro encontrar argonianos y khajiitas en este miserable lugar, puesto que Elsweyr y Ciénaga negra están muy cerca de aquí, pero resulta sorprendente la cantidad de orcos que hay. Por otro lado, no es de extrañar que los hombres bestia se vean atraídos por gente de su calaña; delincuencia y brutalidad siempre van de la mano.

Bravil no está organizada en distritos, pero algunos puntos pueden facilitar la orientación de los viajeros que se vean obligados a visitarla. Se puede llegar al castillo por puentes desvencijados que cruzan el río por el este. La capilla se encuentra en la zona occidental. Las tiendas y los gremios forman una hilera cuya parte trasera da a la parte oriental de la muralla y a los canales del río. Enormes suburbios y viviendas destartaladas se extienden entre la capilla y la zona de los gremios y comercios.

El castillo es el único edificio realmente sólido y de piedra de todo Bravil. No se parece, ni por asomo, a las sucias y míseras chabolas de tablones en las que viven los demás habitantes, aunque poca diferencia hay con las casas de los indigentes más paupérrimos de Anvil o la ciudad imperial. El conde Regulus Terentius, heredero de una familia muy respetable y campeón en justas no hace mucho, no es más que un gandul beodo que apenas hace nada a derechas, según reconoce su propia gente. Su hijo, Gellius Terentius, un pelele que sólo sabe pavonearse, ha permitido que las bandas criminales y los adictos a skooma se apoderen de la ciudad.

Los muros de la capilla, cubiertos de musgo y moho, se hallan en un estado lamentable. El cementerio está rodeado de desperdicios y las tumbas están realmente descuidadas. Por no hablar de la valla de madera, que necesita una mano de pintura urgentemente. La guía espiritual es una buena vestal de Mara, pero no está capacitada para alejar el pecado y la maldad que rezuma esta ciudad olvidada por los nueve divinos. El sacerdote parece muy sabio y goza de gran aceptación entre aquellos que se dignan a visitar la capilla. Aunque la mayoría sólo se acerca a la puerta del templo para pedir limosna o robar a los transeúntes.

Las posadas son una vergüenza. Resulta de lo más normal tropezarse con individuos ebrios y vómitos al entrar. Un enjambre de holgazanes, jugadores empedernidos y carteristas acechan en la oscuridad a la espera de que pase algún confiado viajero. La muerte es lo único que puede esperarle a cualquier insensato que se atreva a dormir en semejantes lugares.

Los gremios, sin embargo, están relativamente limpios y tranquilos. Estaría más que justificado unirse al gremio de magos o de luchadores si, en caso de fuerza mayor, fuera necesario pernoctar en Bravil, ya que a pesar de sus modales impíos y violentos, al menos disponen de un lugar seguro donde pasar la noche.

Los comercios no desentonan con el resto de Bravil, pero al menos las probabilidades de ser asaltado o asesinado son menores, ya que los mercaderes cuentan con recursos suficientes para protegerse de los ladrones.

Si no queda más remedio que visitar Bravil, lo mejor es abandonar la ciudad lo antes posible. Ganas no faltarán, eso seguro. Una vez emprendido el camino de vuelta hay que estar vigilantes y asegurarse de que esa panda de bandidos y asesinos no le van siguiendo a uno.

¡Encomendémonos a los nueve con una plegaria!

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