Elder Scrolls
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adre Talos, protégenos a todos!

Soy Alessia Ottus y me complace presentar esta breve aunque completa introducción a Bruma.


Bruma forma parte de Nibenese, aunque sus ciudadanos parecen más nórdicos que otra cosa, debido a la proximidad de la frontera skyrimiana y a los terribles vientos y el frío que azotan la región, situada cerca de las cumbres de las montañas de Jerall. La ciudad está perpetuamente cubierta de nieve y hay braseros encendidos día y noche para evitar que sus habitantes acaben congelados. Todas las construcciones son de madera, ya que los árboles abundan en los bosques de Jerall. Incluso los hombres más ricos viven en oscuras y sucias cabañas. No me sorprende que los nórdicos sean unos salvajes que sólo piensan en beber hasta quedar inconscientes, ya que con este clima la vida resulta insoportable. Cualquiera vendería su alma al diablo para mantenerse alejado de las bajas temperaturas y del viento inclemente.

El castillo, decorado con pésimo gusto, presenta grietas y rendijas por las que se cuela el viento y el frío. Además, está totalmente ennegrecido por los braseros que arden permanentemente y el olor a humo y carbonilla lo impregna todo. Aunque sus techos altos aportan cierta solemnidad y grandeza, no permiten caldear el ambiente, por lo que no hay forma de permanecer abrigado. Las capas de hollín y suciedad incrustadas en los muros no dejan apreciar el excepcional tallado de la piedra. Salvo por sus dimensiones y labrados, el castillo apenas se diferencia de las cabañas de troncos que lo rodean: frío, oscuro, sucio y con corrientes de aire.

La condesa Narina Carvain, nibeana de las tierras centrales, es muy respetada como gobernante. Como buena creyente, asiste regularmente a los servicios, aunque resulta una negociadora artera e implacable, a la que se suele asociar con traiciones y pactos de dudoso carácter. La región se administra de forma eficiente y ejemplar. La guardia de la ciudad está muy bien formada y se encuentra a las órdenes de un duro capitán nórdico, que se asegura que ni los ladronzuelos ni los pedigüeños se desmadren, a pesar de la tendencia generalizada a la embriaguez y causar desórdenes.

Se puede acceder al patio del castillo a través del portón occidental de la ciudad. Las tiendas, posadas y gremios se hallan bien en el bancal oeste junto a las puertas del castillo o bajo los bancales al norte de la capilla. La capilla es el rasgo que más destaca al sur de la ciudad. Las viviendas de esta zona se organizan en hileras con las fachadas orientadas al este y al sur. Las calles son estrechas y yermas, ya que muy pocas plantas y árboles pueden sobrevivir en ese frío. La ciudad, sin embargo, guarda bien sus proporciones y al no ser muy extensa puede recorrerse rápidamente.

La mayoría de los ciudadanos observan rigurosamente los ritos del domingo, aunque los individuos de clases más bajas permanecen fieles a los dioses paganos de los nórdicos. Siguen creyendo sus supersticiones y practican sus propios rituales en secreto.

Como era de esperar dada la merecida fama de los herreros nórdicos, en Bruma pueden adquirirse armas y armaduras de excelente calidad. Encontrar libros es otro cantar, ya que los nórdicos son bastante iletrados y muy poco aficionados a la lectura. Los gremios de luchadores y magos no se caracterizan por su grandeza, precisamente, y cuentan con muy pocos miembros, ya que nadie quiere ser destinado en estas tierras grises y gélidas. Aún así, el Gremio de Magos es un lugar agradable y caliente, aunque enfermo sólo de pensar los artefactos infernales que utilizarán para mantener el calor.

¡Que Los Nueve Divinos nos bendigan y nos guarden!

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