Elder Scrolls
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Artículo principal: Libros (Online)

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Una historia del héroe Khunzar-ri, contada por un cantor lunar.

En un tiempo anterior al tiempo, cuando los dieciséis reinos eran poco más que dieciséis manadas, el gran héroe Khunzar-ri se encontró con un demonio en la frontera de Elsweyr.

El demonio, de nombre Kaalgrontiid, proclamó con su poderosa voz: «Mis hermanos y yo tomaremos estas tierras. ¡Sus tesoros e incluso las lunas que la dominan serán nuestros».

«No lo creo, impío demonio», dijo Khunzar-ri. «Elsweyr y todo lo que engloba, incluso las lunas que lo dominan, están bajo mi protección».

El demonio rio. «¡No puedes detenernos, pequeño felino! ¡No eres más que pelo y carne débil, mientras que nosotros somos escamas y dientes y garras!».

Khunzar-ri pensó por un momento. «Quizá tengas razón, oh, enorme demonio. Ciertamente eres demasiado incluso para mi prodigiosa fuerza». Entonces pensó para sí mismo: «Por ello debo reunir un kra'jun; un grupo de héroes. ¡Juntos, hallaremos la forma de detenerte, impío demonio!».

Así, mientras los demonios causaban estragos en Elsweyr y perseguían a las lunas en los cielos, Khunzar-ri fue en búsqueda de su kra'jun. Reunió a los más grandes campeones de la época y los convenció para lograr lo que jamás habían hecho antes: trabajar juntos. Llamó a su lado a Nurarion el Perfecto, quien portaba la Espada Sutil. Convenció a Flinthild Cazadora de Demonios para que dejara su castillo en el lejano norte. Utilizó dulces palabras y halagó a Anequina Lengua Afilada, reina y sacerdotisa lunar de la manada de Ne Quin-al, hasta que accedió a cooperar con él. Finalmente, Khunzar-ri le pidió a aquel que sería conocido como el Traidor que luchara a su lado, pues no había guerrero más feroz sobre la faz de la tierra.

Con el kra'jun reunido, Khunzar-ri y sus compañeros partieron a derrotar a Kaalgrontiid y sus demoníacos hermanos. Por cuarenta y un días y cuarenta y una noches, grandes y terribles batallas asolaron Elsweyr. El kra'jun ganó algunas de esas batallas y perdió otras, pero no hallaban la manera de matar o expulsar a los demonios. Fue aquel que se convertiría en el Traidor quien finalmente sugirió lo siguiente: «Los demonios quieren devorar las lunas. ¿Por qué no dejamos que lo hagan? O, para ser más preciso, dejemos que piensen que nos hemos rendido ante sus planes».

«¡Brillante idea!», concurrió Khunzar-ri. «¡Pero en lugar de que devoren las lunas, dejaremos que las lunas les arrebaten la vida!».

Anequina, la sacerdotisa lunar, asintió. «Esta khajiita puede hacerlo. Esta khajiita puede hablar con Jone y Jode y pedirle que devoren a los demonios».

Entonces, Khunzar-ri empleó toda su astucia y carisma para convencer a los demonios de que el kra'jun estaba dispuesto a ayudarlos. Les comunicó el lugar de reunión, un popular templo lunar, y esperó mientras Anequina comulgaba con las lunas. «No es propio de Jone y Jode el devorar por completo a los demonios», dijo Anequina, «pero Jode tomará suficiente de su energía vital para debilitarlos y así podremos contenerlos».

«Conozco el lugar perfecto», proclamó Nurarion el Perfecto. «Un ancestral sitio de poder abandonado y olvidado. Podremos atrapar allí a los demonios».

Khunzar-ri se enorgullecía de la sabiduría de su kra'jun, pero necesitaba hallar la manera de atraer a los demonios debilitados hasta su trampa. Tendrán que entrar en el lugar por su propia cuenta, pues para el kra'jun sigue siendo peligroso enfrentarse a demonios, por muy debilitados que estén. Así que Anequina y Flinthild unieron sus mentes e idearon un plan. Se lo contaron a Khunzar-ri, y este sonrió y torció su cola. «¡Excelente!», exclamó.

Entonces los demonios llegaron al templo lunar y Anequina, actuando como sacerdotisa lunar en vez de reina, abrió una conexión entre Nirn y Jode en forma de un haz de luz lunar. Los demonios, avaros y hambrientos, saltaron ansiosos hacia la luz, pero inmediatamente se dieron cuenta de que habían sido engañados. Sus rugidos de dolor retumbaban mientras su fuerza vital les era arrebatada por Jode. A Kaalgrontiid se le agotaban las fuerzas, pero resistió y reunió a sus hermanos. Lograron liberarse del traicionero haz de luz lunar y huyeron hacia la espesura.

Entonces Anequina depositó un rayo de la luz lunar imbuida por los demonios en una urna y se la entregó a Flinthild. Flinthild y el kra'jun llevaron la urna al ancestral sitio de poder, mientras Khunzar-ri hacía lo que mejor sabe: convencer a los demonios para que siguieran el cebo y cayeran en la trampa por voluntad propia. Y eso fue lo que hizo, antes de que el Traidor se ganase su nombre, como pronto veréis.

Tales son las palabras, y las palabras son certeras.

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