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Artículo principal: La Guerra de Aguas Negras

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De Valenca Arvina, historiadora residente de la Universidad de Gwylim

Los historiadores solemos hacer referencia a la Guerra de Aguas Negras como un solo conflicto que se alargó durante ventiseis años. Si bien es cierto que los combatientes principales fueron esencialmente los mismos, la primera, la segunda y la tercera campaña no tuvieron prácticamente nada que ver entre sí. En 2833 de la PE, la estrategia imperial había sido revisada tantas veces que ya casi no parecía del Imperio. Mientras que con las reformas de Sardecio se reorganizó la legión, la doctrina de Falco fue la estocada final de esa guerra.

La general Lucinia Falco tomó el mando de la legión poco después de la muerte de Sardecio. Era la elección obvia: una confidente cercana de Sardecio, fuerte, leal al Imperio y totalmente despiadada. Recibió el puesto de oficial poco después de la Batalla de Argonia, por lo que toda su carrera militar había evolucionado durante la Guerra de Aguas Negras. A diferencia de sus predecesores, ella sabía que una batalla no se ganaba en un solo frente. Instó al Imperio a ofrecer patentes de corso y comisiones temporales a los innumerables piratas de las costas de Lilmoth y Arconte. Trabajando junto a una legión de marinos del diamante, esta fuerza consiguió arrebatar grandes franjas de territorio en las ciénagas del sudeste e incluso en el interior del pantano.

Usando Gideon como base de operaciones, Falco lanzó una segunda ofensiva por toda la región. En lugar de enviar la legión completa como sus predecesores, la dividió en cientos de unidades cohesionadas y letales. Estos pelotones de expedición (más adelante, llamados «cinturones rojos») estaban liderados por veteranos consumados de los pantanos; algunos habían estado sirviendo desde la concepción de la segunda campaña.

Los cinturones rojos tuvieron mucho éxito al principio, haciéndose con la mayor parte de la Ciénaga Negra occidental, hasta detenerse frente a los densos pantanos y el silencio inquietante de la parte más interior de la región. Por desgracia, dado el tamaño de cada unidad, no pudieron mantener las zonas que habían conquistado. Lo que empezó siendo una guerra entre dos naciones se redujo a una compleja guerra de guerrillas rebosante de los horrores que caracterizan este tipo de conflictos. Del 2834 al 2836 de la PE, ambos bandos vivieron tiempos oscuros. Tanto los imperiales como los argonianos llevaron a cabo campañas de intimidación y terror.

Más que declararse un armisticio oficial, la guerra terminó sin más en 2836 de la PE. Los argonianos, que habían luchado contra el Imperio durante décadas, enterraron las armas de forma abrupta y volvieron a centrarse en la agricultura, la pesca y la creación de tejidos sin rendirse formalmente. El Imperio no perdió el tiempo en reclamar oficialmente la región en 2837 de la PE. Tras muchísimo tiempo, la Guerra de Aguas Negras llegó a su fin de forma súbita e inexplicable.

El cese abrupto de las hostilidades por parte de los argonianos es solo uno de los muchos misterios relacionados con el conflicto. La suposición más aceptada es que fue debido a su extraña tradición de adorar los árboles, pero puede que nunca sepamos porque abandonaron las armas. Como historiadora, esta situación resulta molesta, pero los misterios nacidos en el fondo del barro de la Ciénaga Negra no suelen resolverse. Al menos, no suelen esclarecerse de forma satisfactoria.

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