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- Refugio, Bosque Graht.
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De Afwa, un estudiante y amigo
Muchos conocen la nigromancia como la atadura de un alma a una forma que ha preparado -o, en algunos casos, creado- el mago.
Si bien es técnicamente precisa, esta implica que las almas así ligadas quedan apresadas contra su voluntad, sin esperanza de liberación.
Además, está implícita la idea de que los espíritus que ocupan el artefacto son siempre inteligentes (almas de hombres o mer), una falacia perpetuada por la práctica de reanimar cadáveres para tareas marciales o manuales.
Es este malentendido y el potencial de cometer abusos lo que llevaron a difamar la nigromancia y a expulsar a Mannimarco y sus compañeros de la isla de Arteum.
Y entonces aparece Vastarie, estudiante de la Orden Psijic y contemporánea de personajes ilustres como Vano Galerion y Mannimarco.
Mientras este último buscaba el poder mediante la aplicación directa de las energías nigrománticas, Vastarie tenía propósitos mucho más esotéricos. La elfa buscaba una manera de retrasar la liberación de un alma inteligente al morir para que se le pudiera consultar y guardar sus conocimientos por los siglos de los siglos.
Con tal fin cooperó con Mannimarco después de salir de Arteum, en busca de una forma de atrapar almas como uno captura daedra menores.
Creyendo que Molag Bal tenía el secreto, los dos urdieron un plan para entrar en Puerto Gélido y arrebatárselo al mismísimo padre de los vampiros.
Con ese coraje descarado que solo tienen los jóvenes, Mannimarco y sus seguidores abrieron un portal al reino del príncipe. Fue Vastarie, siempre sedienta de aventuras, quien entró en las profundidades de este y regresó con un alijo de cristales negros como nunca se había visto.
Para Mannimarco, eran perfectos. Aunque pequeños, eran capaces de contener incluso a las almas más obstinadas, y al parecer eran indestructibles. Para Vastarie, eran de una gran imperfección, ya que los encantamientos representaban la única forma segura de liberar a un alma de sus profundidades.
Aun así, se dedicó a la tarea de reproducir las piedras, descomponerlas, probarlas con diversas sustancias hasta que, por un feliz accidente, creó algo nuevo: la primera geoda sello.
Este nuevo dispositivo transparente como el cristal era capaz de contener almas inteligentes en sus entrañas, pero -a diferencia de las gemas arrebatadas al señor de la dominación- era excepcionalmente frágil y solo conservaba su carga durante unos días.
Una vez atrapadas, las almas podían transferirse de una geoda a otra, pero aplicarlas como se haría con una gema de alma comportaba la liberación del ánima, en su lugar.
Vastarie había encontrado lo que buscaba, pero Mannimarco estaba furioso. ¿De qué le servía una gema de alma que no podría utilizar para alimentar un encantamiento? Le exigió a Vastarie que encontrara una manera de modificar lo que ella había creado para adecuarlo a sus designios.
Al darse cuenta de que su amigo nunca dejaría de buscar y que los nuevos descubrimientos que había hecho con él solo servirían para avanzar en los objetivos de este, la mujer recogió su investigación y se fue con Telacar, su esposo y también un poderoso nigromante por derecho propio.
Juntos, huyeron de las garras de Mannimarco, y acabaron escondiéndose en unas ruinas ayleid de las profundidades de Bosque Valen. Allí vivieron durante muchos años con toda la tranquilidad posible mientras perfeccionaban su arte. Durante décadas, se tuvieron el uno al otro y parecieron felices... hasta el día en que Vastarie se fue.
En los años que siguieron, la mujer vagó por la faz de Nirn, explorando lugares de poder. Visitó Quietud, Alik'r, la Torre de Cristal y las bibliotecas de Duna en busca de alguna respuesta a la pregunta que le carcomía el alma.
Con el tiempo, encontró lo que estaba buscando y regresó a Bosque Valen. Allí, construyó una torre y cogió aprendices para enseñarles su particular estilo de nigromancia y avanzar en sus investigaciones.
Usando sus geodas sello, atamos las almas de daedra menores, posponiendo su regreso a Oblivion, como haríamos con una gema de alma. Luego, buscamos la forma de manifestar el espíritu atrapado en el mundo.
Los primeros intentos tuvieron resultados inesperados, peligrosos incluso. Las geodas se hicieron añicos, lanzando fragmentos de cristal a la carne de nuestros compañeros y las energías mal aplicadas ataron las almas de los vivos a las pequeñas piedrecitas, pero -a medida que estudiábamos- corregimos los errores y refinamos el proceso.
Al final, Vastarie convirtió aquello en una ciencia. Al aplicar una geoda sello en el momento de la muerte, un alma podía quedar suspendida en las profundidades de esta. Mediante la conjuración aplicada, podía introducirse en un cascarón ectoplásmico, donde podía consultarse cuando conviniera.
Escribió al gremio de magos fundador para explicarles el descubrimiento. Vanus Galerion en persona fue a ver la demostración, que consistió en consultar a un antiguo encargado de vigilar los terrenos que se había ofrecido como voluntario para probar el proceso.
El hombre se horrorizó al atar ella el alma al aparato y, cuando el proceso se completó y se liberó al viejo encargado y se le permitió regresar a Aeterio, estaba blanco como la cal.
Se puso de pie con lentitud para dirigirse a los estudiantes reunidos. Habló con rencor y una ira que nadie esperaría de su semblante modesto. Cuando terminó, se dio la vuelta y se fue.
Algunos lo siguieron. Nadie podía culparlos, pues no andaba errado: la geoda sello era una creación peligrosa. Si se usaba de manera incorrecta, podía provocar guerras y sembrar una destrucción sin precedentes en nuestra historia.
Vastarie no se inmutó, convencida de que la ignorancia deliberada de Galerion lo llevaría a la ruina, pero algo más llamaría su atención en los años siguientes. Se descubrieron unas vastas ruinas debajo de los cimientos de su torre, oculta a la vista y a los poderes de detección de los príncipes daédricos.
Con el tiempo, entró en esas ruinas y nunca más volvió a salir. Algunos todavía esperamos que regrese.
Apariciones[]
- The Elder Scrolls Online (primera aparición).