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- Lengua de Sheogorath, Páramo de Piedra.
Contenido[]
Intentando mantenerse en pie, Allice sujetó la flecha clavada mientras las sombras se combaban a su alrededor. Sonidos suaves y quejumbrosos resonaban entre los árboles y la luz de las lunas iluminaba las hojas que tenía bajo sus pies. ¿Dónde estaba el rastro?
Intentó respirar con más calma mientras buscaba algún punto de referencia que le resultara familiar, pero el bosque en el que cazaba cada noche había cambiado. Era más salvaje y sus árboles, más gruesos y elevados. Bestias desconocidas gritaban a su alrededor. No había ninguna señal de su desgastado rastro de caza, nada que pudiera conducirla de vuelta a su hogar. Las lunas se cernían sobre ella, enormes y siniestras bajo el húmedo aire otoñal.
El mundo se sacudió y Allice se encontró en un claro. Una forma adornada con una espeluznante máscara de cuernos la miraba fijamente, alzándose sobre un altar de piedra manchado. Sus dientes perversos brillaban bajo el sangriento resplandor de Masser. Unas formas se congregaban junto a los árboles, pero se dispersaban cada vez que intentaba fijar la vista en ellas. La figura se adelantó y aparecieron distintas armas en el altar: una lanza repugnante, dos dagas dentadas y un arco negro.
De repente se vio impulsada hacia delante, obligada a acercarse. La figura señaló las armas, pero ella dijo que no con la cabeza y sujetó su arco con más fuerza. Una risotada desquiciada resonó en su cabeza y el mundo volvió a sacudirse bajo sus pies.
El claro había desaparecido. Al recuperar el equilibrio, Allice miró por encima del hombro y vio unas formas que se retorcían entre el oscuro follaje: un revoltijo de ojos brillantes y fauces iluminadas por la luz de la luna, acompañado de los aullidos de las bestias y sus jinetes. Sonó un cuerno y la madera vibró, haciendo que sus dientes rechinaran. Entonces la oscuridad se agitó a sus espaldas y echó a correr.
Las flechas volaban a su alrededor y una lanza le pasó por encima del hombro. Estaban ganando terreno. Oía que sus gritos furiosos se aproximaban, pero no se atrevía a mirar atrás. Desesperada, saltó para intentar alcanzar una rama. Tiró de su cuerpo hacia arriba en el mismo instante en que unos dientes afilados se cerraban en el aire que había ocupado hacía tan solo un instante.
Sin perder el tiempo, se giró, colocó una flecha en el arco y disparó. Se sintió aliviada al oír aullar de dolor a una de las bestias de debajo. Apuntó a otra y a otra más, pero no paraban de llegar más bestias que aullaban y gritaban. Las criaturas y sus jinetes rodearon la base del refugio de Allice, que siguió trepando para alcanzar las ramas gruesas. Estas le ofrecían cobertura, pero no le permitían inclinarse lo suficiente para apuntar. Estaba atrapada.
Sin embargo, una esperanza: las ramas superiores formaban un denso enramado. Si conseguía alcanzar de un salto una rama robusta, podría seguir avanzando. Cuando se estiró para comprobar la solidez de una rama cercana, resbaló y el árbol se sacudió con violencia. Luchando por sujetarse, miró hacia abajo y vio que un amasijo de pelaje negro y dientes brillantes golpeaba la base del tronco con su enorme hombro. Su jinete, el cazador astado, dirigió hacia ella su lanza inmunda justo cuando el tronco cedió.
Se precipitó hacia el suelo, retorciéndose e intentando sujetarse a las ramas, y aterrizó con un desagradable chasquido. Recuperó el arco e intentó ponerse en pie, pero el estallido de dolor que subió por su pierna hizo que cayera de bruces. El monstruo corrió hacia ella, jadeando con anticipación.
No había escapatoria. Dejándose llevar por el instinto, Allice apuntó y disparó con rapidez. Antes de que la primera flecha diera en el blanco, volvió a disparar al jinete, una vez y otra más. Un aullido de rabia reverberó en su mente y cerró los ojos, esperando a que las mandíbulas desgarradoras se cerraran sobre ella.
El dolor no llegó. Cuando abrió los ojos, Allice supo dónde estaba. Veía brillar las estrellas entre las ramas de los árboles y las antorchas que iluminaban su cabaña en el valle, más abajo. Haciendo una mueca de dolor, se entablilló la pierna y recogió el arco. En el extremo superior refulgieron un par de astas, incrustadas en rojo brillante.
Apariciones[]
- The Elder Scrolls Online (primera aparición).